El alma del restaurante decano de Tui cumple 75 años tras los fogones y con el delantal puesto. En la cocina de El Molino priman la temporada y son referente en plena campaña de lamprea. «La fórmula para prepararla es la misma que hacía mi madre. Tenemos nuestra propia receta familiar, pero también influye mucho la calidad de la lamprea», explica Pilar Blanco Rodríguez a sus 86 años.
Esta genuina y luchadora mujer heredó la pasión por la cocina de su madre Amadora Rodríguez Potí, primera de una saga familiar que transformó en un altar de la gastronomía un pequeño negocio que había nacido como casa de comidas.Pilar Blanco tenía 11 años cuando empezó a ayudar a su madre en La Uva, el primer local que regentó la familia y que estaba en la calle Cela. «Mi hermana Lolita era dos años mayor, así que ella era la que atendía y yo empecé lavando loza, pero enseguida nos pusimos ya a cocinar», recuerda mientras da salida a varias raciones de angula. La familia asumió El Molino en 1949 y Pilar creó escuela. «El secreto de la cocina es el cariño», asegura esta curtida tudense que comparte vida y cocina con su hija y su nieta. El suyo es un negocio familiar en manos de mujeres.
Tres generaciones mantienen a diario un restaurante en el que este fin de semana se repetirán citas familiares y de amigos, algunas aplazadas desde el año pasado por la pandemia, para poder compartir la exclusiva lamprea de El Molino o catar las angulas del Miño. «Hubo días en los que cociné hasta 14 lampreas para una sola mesa y fines de semana de preparar siete kilos de angula», asegura Pilar, que llegó a tener vivero propio con su marido para mantener vivas las joyas gastronómicas del Miño.
Disciplina y artistas
La demanda no ha caído y, además de mantener a una clientela fija desde hace décadas, son referencia en las principales guías gastronómicas del país. «Nosotros ofrecemos la lamprea en ración, que no es habitual», apunta la veterana del negocio. La que más sale es la versión clásica, que es a la bordelesa, cocinada en su propia sangre. Su hija Puri Fernández y su nieta Laura Méndez, de 64 y 38 años, respectivamente, son las alquimistas. Desde el salón principal del restaurante puede seguirse en directo una clase magistral de lo auténtico y lo bien hecho. Mientras Laura desangra un ejemplar del vampiro prehistórico del río Miño, Puri y Pilar ultiman el guiso con esa receta familiar que solo sale de la cocina emplatada. «Yo creo que mi madre nació con buena mano para la cocina. Yo, sin embargo, tuve que trabajar con mucha disciplina y constancia», sostiene Puri. Los metódicos movimientos de las tres mujeres parecen seguir también al pie de la letra la receta que ellas conocen y todos disfrutan.
«Hemos dado de comer a ministros, cantantes, actores y hasta a premios Nobel a lo largo de todos estos años», reconoce la mujer que, aun habiendo sentado cátedra, calla más que habla. El Molino es uno de los templos gallegos de la lamprea, pero la carta incluye todo tipo de pescados y carnes en el restaurante asentado en el corazón del centro urbano de Tui.
«A Camilo José Cela, que era un hombre muy sencillo, le gustaba venir a comer la caldereta, que es la cazuela de pescados, como a Fraga. También venían los artistas de las fiestas de San Telmo, como Loco Mía o Massiel», explica Pilar. Manolo Escobar también se sentó a su mesa en varias ocasiones. «Esta comida me sabe a gloria», me decía siempre porque le encantaba la gastronomía gallega, el pulpo, los escabeches y la empanada de xoubas.
«Poder trabajar con mi hija y mi nieta es mi mayor orgullo. Hoy en día ya aprendemos unas de las otras», asegura la cocinera mayor de El Molino.
La saga familiar continúa.